La vida que recibimos nos llega a través de nuestros padres, quienes a su vez la recibieron de los suyos. Sin importar lo que haya ocurrido en el pasado, lo más valioso que nos han dado es lo esencial: la vida misma. En particular, la energía materna es la primera fuente de nutrición, afecto y contención. A través de ella, recibimos no solo el sustento físico, sino también la intuición, el impulso creativo, la conexión con la abundancia y la capacidad de establecer vínculos sanos. Reconocer y honrar esta energía abre el camino hacia una existencia plena, donde las raíces familiares nos brindan fuerza y equilibrio.
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